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Hola, queridos lectores. Soy Marina, me gusta escribir y soy una persona, ante todo. Podéis encontrar parte de lo que escribo en este blog, además de otras muchas cosas como manualidades o curiosidades que siempre gusta saber. Espero que os guste. Si es así, dejad un comentario para que pueda saberlo. Si no, pues también.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Promesas, relato corto de Halloween

Sonreí mientras me acercaba animada a casa de Alex; pasaría la noche de Halloween con él. Ya tenía la película de miedo, mi disfraz y los aperitivos, así que llamé al timbre y esperé a que abriera la puerta. Mientras tanto, observé los alrededores: el pueblo en el que vivíamos estaba desierto, pero era muy agradable pasear por sus calles tranquilas y blancas.

Alex abrió la puerta y me sonrió.

-Pasa, te estaba esperando –dijo, apartándose para dejarme paso.

Al entrar en la casa me abrazó y nos besamos. Hacía ya un par de meses que salíamos juntos.

-Me he esforzado mucho en la decoración –reconoció, al separarnos. Miré a mi alrededor. –Espero que te guste.

-¡Por supuesto! Telarañas, sábanas negras sobre los muebles... todo es muy tétrico. –Avancé hacia la cocina, donde vi un charco de sangre falsa y un rastro hacia un armario del comedor, del que salía una mano pálida y rígida. –De verdad te has esforzado, ¿eh?

Caminamos hasta el sofá, y mientras me sentaba, él preparó todo para ver la película. Una vez hubo empezado, nos acercamos cada vez más, hasta que terminamos abrazados en uno al otro. Cuando la película acabó, nos miramos y me levanté.

-¿Ya te vas? –me preguntó él, sorprendido.

-Sí. Te lo dije ayer, no me puedo quedar esta noche. Me están esperando en casa.

Recogí mi bolso y saqué la película del reproductor. Cuando me giré, Alex no estaba en el comedor. Me acerqué hasta la cocina, pero tampoco lo encontré allí.

-¿Alex? –llamé, confusa.

Cuando me acercaba al recibidor pisé el charco de sangre. Noté entonces algo extraño en él: parecía más espeso en algunas zonas, como si estuviera coagulado. Me agaché y lo toqué ligeramente con las yemas de mis dedos, para después olerlo.

Mi expresión de congeló en ese momento. Olía a óxido, y no parecía sangre falsa en lo absoluto.

Retrocedí asustada hasta que noté que chocaba contra algo. Me giré lentamente, no queriendo saber qué esperaba tras de mí, y vi una figura oscura de pies a cabeza. Todo su cuerpo era del color más negro que pudiera imaginar. Todo, excepto esa sonrisa.

Se quedó grabada en mi alma desde ese mismo momento. Algo hace que todavía me retuerza al recordarla, como si fuera la maldad misma.

-No me dejes solo –dijo, con una voz que no era de éste mundo.
Corrí desesperada hacia el recibidor e intenté abrir la puerta, pero no pude. Miré a mis espaldas para ver dónde se encontraba ese ser, pero había desaparecido.

Por un momento pensé que me lo había imaginado.

-¿Te irás? –susurró en mi oído.

Grité aterrorizada y corrí en dirección al comedor, pero tropecé y caí al suelo. Algo frío tocaba mi pierna, y al mirar vi la mano que salía del armario. Al tropezar había abierto un poco la puerta, y pude ver el rostro de Alex congelado en una expresión aterrorizada, mirándome con sus ojos vacíos y desenfocados.

No sabía cuándo había empezado a llorar, pero tenía las mejillas empapadas por mis lágrimas. Al ver a Alex no me importó nada más: ni la criatura que me perseguía, ni el hecho de encontrarme encerrada en la casa con ella.

Olvidé todo aquello que me rodeaba y avancé a rastras hasta la puerta del armario, sacando de allí el cuerpo entumecido de mi novio. Me abracé a él y me prometí no soltarlo, sin ser capaz de aceptar su muerte.

Levanté la mirada para saber si la sombra seguía ahí. Otra vez encontré el lugar vacío, pero ya no me preocupé por ello.

Sentí unos brazos envolverme desde atrás, pero no me inmuté.

-No me olvides –murmuró para mí.

Giré mi cabeza para observarle, sorprendida por reconocer su voz, y en lugar del monstruo que había visto anteriormente encontré a Alex, que me miraba con una sonrisa triste dibujada en la cara. Después, desapareció sin más ante mis ojos.

Me quedé allí, abrazada al cuerpo de aquel al que amaba, durante horas. Cuando llegó su familia llamó a la policía y me apartaron de él.

Ahora sé que aquel que le mató no fue esa sombra, sino un hombre normal y corriente, horas antes de que yo llegara.

Fuera lo que fuera aquello que pasó ese día, no quiero saberlo. Aquello a lo que me he aferrado ha sido a la promesa muda de que nunca olvidaría a mi querido Alex.

Marina, 31/10/10

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