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Hola, queridos lectores. Soy Marina, me gusta escribir y soy una persona, ante todo. Podéis encontrar parte de lo que escribo en este blog, además de otras muchas cosas como manualidades o curiosidades que siempre gusta saber. Espero que os guste. Si es así, dejad un comentario para que pueda saberlo. Si no, pues también.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Como el Aire

Iba a pasar las Navidades sola en Londres. Nadie se encontraba a mi lado, a excepción de él. Era el único que me comprendía, por eso decidí ayudarle. Ahora, no me arrepiento de nada.

Le encontré bajo un banco cuando volvía a casa. Se encontraba en una caja de cartón y estaba muy sucio. No pude dejarle solo. No tras saber cómo me sentía al estar en soledad. Lo adopté en secreto, ya que en la finca en la que me hospedaba no tenía permitido tener mascotas. Cuando lo lavé, me llevé una sorpresa enorme. Mi nuevo amigo era blanco. Un hermoso gato blanco. Comparado con mi oscuro iris, parecíamos seres completamente diferentes, pero en realidad éramos muy parecidos.

Viví con él durante mucho tiempo. Un mes, dos meses… El tiempo pasaba volando y él seguía a mi lado, sin pedir nada a cambio. Aunque por lo que cuento parezca que nadie quiere estar conmigo, es al contrario: Soy yo la que se aleja de los demás. La simple razón es que, tras llegar a Londres, decidí no hacer amistades que dificultaran mi partida. Con él era diferente, su hogar era el mío propio.

Toda la felicidad desapareció cuando enfermó. Al principio no comía, después dormía demasiado. El veterinario me dijo que era una enfermedad muy grave que únicamente afectaba  a los gatos si no habían sido vacunados con anterioridad. Seguramente, al haber sido abandonado, nadie se había encargado de proporcionarle las vacunas necesarias para su salud. Empeoró según pasaba el tiempo, y llegó le momento en el que ni siquiera podía mantenerse en pie. Decidí que, ya que la enfermedad no tenía cura y no merecía sufrir, lo mejor sería sacrificarlo. El veterinario me aseguró que no sentiría ningún dolor. Espero que así fuera.

Aunque parezca cruel, no tenía otra opción. Él había permanecido a mi lado hasta el último momento. No deseaba que sufriera, pero tampoco que muriera. Intenté no ser egoísta y pensé en él. Sólo por un momento, os pido que toméis mi lugar en esa situación. Vosotros también habríais actuado como yo.

Las Navidades llegaron y yo seguía en Londres. Sí, estaba en Londres, pero no estaba sola. Él me acompañó en ese día. Lo sé, y aunque sólo tenga mi intuición como prueba, estoy completamente segura de mis palabras. Si me preguntarais el por qué, te contestaría con otra pregunta: ¿Puedes ver el aire? Aunque no lo veas, sabes que está ahí porque sin él todo sería diferente. Ahí tienes mi respuesta: sé que estaba ahí porque si hubiera estado sola no hubiera sentido la tranquilidad de su compañía, que desde que dejé la clínica veterinaria puedo sentir con total claridad. Justo como si de aire se tratara.
                                                             Marina, 12/03/2009

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